Los trastornos psiquiátricos en la vejez aumentan en relación con otros grupos de edad. Hasta los 75 años lo más frecuente son los trastornos afectivos, y, a partir de esta edad, los fallos cognitivos, las demencias.
Con
la edad se producen cambios físicos y psicológicos que pueden
influir en la aparición de estas patologías psíquicas. Aparte las
variaciones en los diferentes órganos y aparatos, al nivel de
sistema nervioso encontramos una disminución del tamaño del
cerebro, con agrandamiento de surcos y ventrículos. Se pierden
células nerviosas y se produce desarborización de las dendritas.
Disminuye el número de sinapsis. Hay cambios degenerativos
intraneuronales con placas seniles y haces neurofibrilares, así como
depleción de neurotransmisores. Disminuye el flujo cerebral
sanguíneo y el metabolismo de la glucosa, no sólo de manera global
sino con especial intensidad en determinadas zonas: temporal,
frontal, parahipocampal y cíngulo. Se produce depósito de amiloide
al nivel de la pared vascular repercutiendo en el flujo.
Los
cambios anteriores repercuten en una mayor vulnerabilidad para los
enfermos psíquicos o para las agresiones orgánicas.
A
nivel de funciones intelectuales, la personalidad se hace más
rígida, más insegura y egocéntrica. Los viejos pueden desarrollar
actitudes defensivas, mostrándose hostiles y negativos ante todo lo
nuevo. La memoria inmediata o primaria se ve bastante afectada con la
edad, y se conserva mejor la memoria secundaria o remota, la más
antigua.
Los
cuadros psiquiátricos principales son:
TRASTORNOS
AFECTIVOS:
Los
trastornos afectivos son los cuadros psiquiátricos que se presentan
con más frecuencia en la primera mitad de este período. La
depresión mayor alcanza el 3-5 %. La depresión menor y las distimia
entre el 10-12 %. El trastorno bipolar:0,l-0,5 %. En los pacientes
institucionalizados de residencias o ingresados en servicios diversos
hospitalarios, las proporciones alcanzan hasta el 20-30-40 % de los
casos, según los trabajos. La depresión mayor no suele superar la
de otros grupos de población, pero sí la presencia de síntomas
afectivos que no cumplen criterios suficientes. En la mujer, la
frecuencia se duplica.
Las
depresiones en los ancianos presentan una sintomatología similar a
la que aparece en otras épocas, con diversos rasgos diferenciales
como:
-
Los episodios tienden a ser más crónicos y prolongados.
-
Se presenta con más asiduidad sintomatología ansiosa y agitación.
-
Es más frecuente la sintomatología paranoide.
-
Son más comunes los síntomas hipocondríacos y somatizaciones varias.
-
Más riesgo de suicido.
-
Insomnio más intenso.
-
Superior resistencia al tratamiento.
-
Disminución importante de 105 rendimientos cognitivos.
Entre
los factores etiológicos que favorecen la presentación de los
síntomas figuran las múltiples pérdidas que se producen en esta
época. Pérdida de poder y status social, pérdida de salud y seres
queridos, pérdida de capacidad económica y disminución de ilusión
y proyección hacia el futuro. Existen elementos colaboradores como
la menor disponibilidad de los neurotransmisores y del número de
receptores. La presencia de muy diversos tratamientos potencialmente
depresógenos como pueden ser los corticoides, antihipertensivos,
antiparkinsonianos o antineoplásicos. O bien afecciones diversas
como endocrinopatías, alteraciones metabólicas o carenciales,
carcinomas o infecciones a menudo cursan con depresión asociada.
Estrechamente
relacionado con los trastornos afectivos aparece el problema del
SUICIDIO, más numeroso en este espectro de población, que ofrece
una mayor relación de hechos consumados frente a los intentos y con
métodos más drásticos. El riesgo mayor, se da en varones, que
viven solos, padecen cuadros somáticos dolorosos o enfermedades
psíquicas como depresión, alcoholismo y trastornos de ansiedad, o
bien si existen intentos previos.
DEMENCIAS:
Las
demencias son el otro gran cuadro psíquico de la vejez. Es un
síndrome debido a una enfermedad del cerebro, generalmente de manera
crónica y progresiva, con déficits de múltiples funciones
corticales superiores, entre ellas la memoria, el pensamiento, la
orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de
aprendizaje, el lenguaje y el juicio.
La
prevalencia de la enfermedad sería aproximadamente del 1-2 % de las
personas de 65 años, y se duplicaría cada 5 años hasta los 85-90,
a partir de lo cual progresaría de manera más lenta.
En
nuestro país, la forma más frecuente es la demencia degenerativa de
Alzheimer: 55-60 % de los casos y después la demencia vascular:
10-20 % del total; la demencia mixta representa el 10 %
aproximadamente. En otros países como Japón, China o Rusia
prevalece la forma vascular. La demencia con cuerpos de Lewy difusos
alcanzaría hasta un 10-20% del total, pero erróneamente se incluye,
a menudo, dentro del Alzheimer. Se diferenciaría por la frecuencia
con que aparecen síntomas psicóticos, la mala tolerancia a los
neurolépticos, la presencia de síntomas extrapiramidales, y por las
pérdidas de conciencia y caídas inexplicables. También se piensa
que son más frecuentes de lo que se creía las demencias
frontotemporales, con abundante sintomatología de tipo psíquico:
aplanamiento afectivo, disforia, desinhibición, conductas
inadecuadas o impulsividad, según predomine el síndrome
orbitofrontal o el dorsal medio. El resto de las demencias se
repartirían entre las debidas a causas infecciosas: HIV o sífilis,
las postraumáticas y las debidas a factores carenciales.
Ante
un cuadro de demencia, no sólo se debe identificarlo como tal, sino
averiguar a qué tipo de demencia corresponde: vascular, Alzheimer,
etc., y, sobre todo, diferenciar el grupo reducido (5-10 % del total)
de demencias, parcial o totalmente reversibles, para instaurar el
tratamiento "ad hoc" a la mayor brevedad. Las causas más
frecuentes son el hipotiroidismo, la hidrocefalia de presión normal,
la sífilis y los déficits de vitamina B12 y ácido fólico.
PSEUDODEMENCIA:
La
pseudodemencia es un síndrome, no un diagnóstico. Se llama así a
un cuadro clínico que semeja una demencia, pero que es producido por
un trastorno psíquico funcional y no a una causa neurológica. Es
reversible. Puede ser provocado por diversos procesos: esquizofrenia,
trastorno facticio, neurosis postraumática, manía, etc., pero su
causa más frecuente es la depresión. A veces resulta difícil hacer
diagnóstico diferencial y ante la duda se debe tratar como depresión
y hacer diagnóstico "ex juvantivus".
DELIRIUM
O ESTADO CONFUSIONAL AGUDO:
El
delirium o estado confusional agudo es frecuente en el domicilio y,
sobre todo, en unidades de hospitalización. A veces quedan sin
diagnosticar. Se caracteriza por una presentación aguda o subaguda
de alteración del nivel de conciencia, alteración de memoria y
pensamiento, desorientación, alucinaciones o ideas delirantes, y
agitación psicomotriz. Lo provoca alguna causa médica y presenta
gran variabilidad en la sintomatología, con empeoramiento nocturno.
El
cerebro del viejo, con sus déficits ya descritos, es especialmente
sensible a cualquier factor psíquico (cambio de residencia,
privación sensorial) o físico (infecciones, tratamientos,
desequilibrios electrolíticos o anestesia).
En
el tratamiento, aparte de sedar al paciente si está agitado y atacar
la causa somática provocadora, resulta fundamental mantenerle en un
medio tranquilo, sosegado, con personas conocidas, darle puntos de
referencia y orientación, y protegerle de los riesgos de
auto-heteroagresión facilitados por la confusión.
TRASTORNOS
DELIRANTES:
Los
trastornos delirantes pueden ser primarios o secundarios a
tratamientos diversos o causas orgánicas. Encontramos ideación
paranoide en el 2-4 % de los ancianos y actitudes de desconfianza,
sin cristalizar en un delirio, en proporción mucho mayor. También
se presentan casos de esquizofrenias antiguas que alcanzan esta edad
y en las que van a predominar los síntomas negativos y defectuales
frente a los positivos.
Los
trastornos delirantes en los ancianos se ven favorecidos por el
aislamiento, los déficits sensoriales (vista u oído) , los fallos
cognitivos, el agotamiento y las enfermedades somáticas o
tratamientos concomitantes. El tratamiento preferente es con
neurolépticos, eligiéndolos según el perfil de efectos
indeseables, y recordando la peor tolerancia de los ancianos a los
efectos secundarios anticolinérgicos o hipotensores.
ALTERACIONES
DEL SUEÑO:
Las
alteraciones del sueño son frecuentes. Hasta en un 10-20 % de los
ancianos se producen alteraciones del sueño, que generan un número
elevado de consultas médicas. El insomnio, junto con la
incontinencia y la agitación psicomotriz, son las principales causas
de institucionalización. Además, acompaña a casi todos los
trastornos psíquicos. Suelen tener una etiología multifactorial, en
la que se mezclan causas somáticas y psíquicas, malos hábitos
higiénicos, consumo de alcohol o café. El insomnio precoz va
asociado a preocupaciones recientes o consumo de estimulantes. El
insomnio medio se asocia sobre todo con procesos dolorosos, síndromes
de piernas inquietas o patología respiratoria. El insomnio tardío o
despertar precoz es típico de la depresión mayor. Al instaurar el
tratamiento, debe tenerse en cuenta la vida media del fármaco,
eligiendo aquellos de vida media o intermedia para evitar que éste
mantenga sus efectos durante el día.
TRASTORNOS
DE ANSIEDAD:
La
ansiedad es un síntoma frecuente en el anciano. Las manifestaciones,
a nivel psicológico y somático, van a ser muy similares a las de
otras épocas de la vida. La prevalencia es del 6-10 % para los
trastornos de ansiedad en general, siendo la más frecuente la fobia
(4,5-5 %) sobre todo la agorafobia, y también los trastornos
adaptativos ansiosos. No son frecuentes las crisis de pánico (0,5-1
%) ni los trastornos obsesivo-compulsivos . Existen cuadros de
ansiedad secundaria a fármacos, al padecimiento de enfermedades
somáticas sobre todo endocrinopatías, problemas
cardiorrespiratorios, o síntomas de ansiedad secundaria a
situaciones de estrés. En la vejez se acumulan situaciones de estrés
y su capacidad de adaptación se encuentra disminuida. Aparecen
después de acontecimientos traumáticos. Pueden presentar síntomas
disociativos o somatizaciones diversas.
Ante
un cuadro psíquico en un anciano, debemos:
-
Identificar qué otros cuadros somáticos presenta.
-
Conocer todos los fármacos que toma, incluidos productos de herbolario, y analizar posibles interacciones con los nuevos tratamientos.
-
Investigar hábitos tóxicos.
-
Administrar los psicofármacos en la mínima dosis eficaz durante el mínimo tiempo preciso.
-
Tener en cuenta los cambios farmacocinéticos y farmacodinámicos asociados con la edad.
-
Administrar dosis menores que en el adulto.
-
No cambiar bruscamente la medicación ni las dosis de un mismo producto.
-
Vigilar estrechamente los efectos secundarios: lo que es bien tolerado la primera semana puede no serlo en fechas sucesivas.
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